En este Blog abordamos la problemática del deshielo, exponiendo acerca de sus causas y consecuencias, íntimamente ligadas al fenómeno del calentamiento global. El interés por investigar sobre esta cuestión se fundamenta en la relevancia que actualmente ha adquirido el desprendimiento de barreras de hielo en las zonas polares, particularmente en la Antártida.
Este trabajo fue realizado a partir de la lectura de diversas fuentes, virtuales y bibliográficas, lo que nos permitió dar cuenta de las posturas que la comunidad científica tiene al respecto.
A lo largo de esta investigación se expone cuál fue el hecho histórico para que hoy se produzca el deshielo. También se definen ciertos conceptos válidos para explicar dicho fenómeno y se hace énfasis en casos particulares de deshielo ocurridos en el sector antártico. Al mismo tiempo, se puntualizan las consecuencias que esto trae para nuestro planeta y se concluye con posibles soluciones para salvarlo.


lunes, 22 de junio de 2009


EL MUNDO FUNCIONA CON PETRÓLEO

La segunda revolución industrial (Inglaterra, siglo XIX) se denominó de este modo por el reemplazo del petróleo como principal fuente de energía en lugar de la hulla, lo que dio origen a los motores de explosión y posibilitó el surgimiento de nuevas industrias, como la siderúrgica, la eléctrica, la química y las mecánicas (automóvil, aeronáutica). Desde una perspectiva económica, esta revolución se vincula con la evolución del sistema capitalista, con el paso de la etapa premonopolista o de libre competencia a la del capitalismo monopolista[1].
En relación a la cantidad de producción de petróleo (principalmente durante el siglo pasado), ésta resultaría clara si las informaciones sobre la materia fueran confiables. Sin embargo, según Colin Campbell[2], sólo se dispone de cálculos aproximativos y datos poco transparentes.
Existen varias categorías de petróleo y gas, más o menos baratos según sean más o menos fáciles de extraer o rápidos de producir. Entre un pozo de Medio Oriente, que produce 50 mil barriles por día con su propia presión y la explotación de las arenas bituminosas en Canadá, para lo que se requieren máquinas excavadoras, hay una enorme diferencia de productividad. Por lo tanto, es importante diferenciar el petróleo convencional de las arenas bituminosas, los petróleos pesados y los yacimientos ubicados en aguas profundas, el petróleo polar y los gases naturales líquidos que provienen de plantas de tratamiento. Por lo pronto, el petróleo convencional constituye el principal recurso en materia de hidrocarburos y seguirá siéndolo durante mucho tiempo.
La decisión de que el mundo funcione con petróleo desde el siglo XIX, llevó a la creación de grandes fábricas e industrias, lo que requirió el éxodo rural a las ciudades, primero en Europa y luego en todo el mundo, haciendo que gran parte de la población mundial forme grandes conglomerados. Este proceso de urbanización, que se inició el siglo pasado, con el correr de las décadas ha ido aumentando de un modo acelerado y parece no tener fin.[3] Vivir de esta manera, además de producir dificultades sociales, económicas y culturales, trae consigo consecuencias funestas desde el punto de vista ecológico.
La contaminación atmosférica aumenta con el uso generalizado del automóvil y otros transportes (trenes, colectivos), que funcionan en su mayoría a base de petróleo. La utilización de la energía eléctrica o el gas para la calefacción o climatización, como así también el uso excesivo que realizan industrias y muchas familias del agua, el cual es un bien escaso, hace que la ciudad moderna ejerza un considerable peso sobre las fuentes de energía no renovables y contribuya a aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero.


[1] LAFERRIERE, Luis (2005). Origen y evolución del sistema capitalista internacional.
[2] LE MONDE DIPLOMATIQUE (2008). El Atlas del Medio Ambiente. Edición Cono Sur. Buenos Aires: Capital Intelectual. Pág. 18.
[3] LE MONDE DIPLOMATIQUE (2006). El Atlas II. Edición Cono Sur. Buenos Aires: Capital Intelectual. Pág. 34.

¿QUÉ ES EL EFECTO INVERNADERO?


La Tierra se encuentra cubierta por una capa de gases llamada atmósfera, la cual permite el ingreso de algunos rayos solares, haciendo que el planeta se caliente y que, consecuentemente, emita calor. La atmósfera retiene parte de ese calor devolviéndolo a la superficie terrestre e impidiendo que salga todo hacia el espacio. Es mediante este proceso que nuestro planeta puede tener una temperatura que permite el desarrollo de la vida. Este proceso es lo que se conoce como efecto invernadero.

En este contexto, lo que resulta nocivo para el planeta no es el efecto invernadero en sí, sino el hecho de que las emisiones de los gases de la atmósfera (Dióxido de Carbono -CO2, Metano -CH4-, Óxido de Nitrógeno -Nox-, Vapor de Agua -H2O-, Ozono -O3- y Clorofluorocarbonos –CFCs-) aumenten progresivamente, provocando el calentamiento global. Los gases de efecto invernadero han alcanzado un nivel que no tiene precedentes en nuestra atmósfera y muestra de ello es que nuestro planeta se está calentando más rápido que nunca, en relación a los últimos 10.000 años.

El fenómeno se intensifica negativamente
El uso de combustibles fósiles aumenta la concentración de dióxido de carbono (CO2), y esto, en los últimos años ha intensificado el fenómeno de manera negativa. Otro factor que incide en el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, el cual es imposible obviar, es la tala indiscriminada de árboles y la destrucción total de ecosistemas para la plantación de monocultivos por parte de grandes empresas.
La acumulación de gases de efecto invernadero podría provocar un aumento de 1 a 2ºC en la temperatura promedio del planeta, y una elevación de 20 a 150 centímetros del nivel de los océanos. El dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero, es responsable del 65% del calentamiento global. Y, con el aporte de gigantes como China o India, el CO2 se incrementa en unos 8.000 millones de toneladas cada año.

Un nuevo informe del Centro Común de Investigación (JRC) afirma que las emisiones globales de gases de efecto invernadero producidas por el hombre, aumentaron un 15% entre 2000 y 2005, un porcentaje muy superior al que se esperaba.
El informe muestra que las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado más en los países en vías de desarrollo que en los industrializados desde 2004, aunque es importante destacar que, a pesar de ello, la cantidad de gases emitidos en los primeros es menor.
En los países en vías de desarrollo, los niveles de emisiones se han triplicado desde 1970, variando de 7 mil millones de toneladas en dicho año hasta unos 21 mil millones en 2005, cifras realmente alarmantes.
El Protocolo de Kioto, firmado en 1997 pero vigente desde febrero de 2005, obliga a los 38 países industrializados a reducir en un 5.2% las emisiones de CO2 antes de 2012, tomando como base los registros de 1990.
El acuerdo de Kioto, con el fin de limitar las emisiones de gases de efecto invernadero, sólo ha constituido un 3% del esfuerzo que se necesita para detener el proceso, por lo que la indiferencia frente a dicho compromiso, sólo continúa causando el aumento de la temperatura global, el derretimiento de los hielos polares y el aumento del nivel de los océanos, entre otras graves consecuencias.
LOS EFECTOS DEL CALENTAMIENTO GLOBAL























Actualmente se habla continuamente del calentamiento global, es decir, del fenómeno que da cuenta del aumento de las temperaturas promedio de la atmósfera terrestre y de los océanos en las últimas décadas y que hoy en día genera graves consecuencias.
Las estimaciones realizadas por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, plantean la posibilidad de que la temperatura atmosférica aumente en 4°C a fines de siglo. Esto traería consecuencias como la expansión térmica de los océanos, el derretimiento de los glaciares y grandes tormentas. Dichos factores, a su vez, incidirán directamente en el aumento de los niveles del mar y se inundarán las regiones costeras, como así también otros países. Al mismo tiempo, el agua se evaporará más rápido y causará sequías. La falta de agua potable hará que las zonas desérticas se expandan. En este contexto, la mayoría de las zonas serán inutilizables o inhabitables, haciendo que la población deba reubicarse y reorganizarse. Si es así, será dificultoso proveer de agua, energía y alimentos a todos y el hacinamiento facilitará la aparición y el contagio de enfermedades.
Si bien los efectos del calentamiento global son graves y diversos, elegimos centrar nuestro trabajo en uno que en los últimos tiempos viene incrementándose y que este año en particular también ha dado lugar a ciertos acontecimientos de preocupación para la comunidad científica. Estamos hablando del deshielo o derretimiento de polos y glaciares.
TIEMPOS DE DESHIELO

Para abarcar el deshielo como uno de los efectos nocivos del calentamiento global, resulta apropiado comenzar por su clara definición, describiéndolo como el pasaje por el cual la nieve y el hielo devienen en agua, producto de la elevación de la temperatura global del planeta.
En términos generales, el deshielo, al liberar volúmenes de agua congelada, hace que el nivel de los ríos aumente, a veces llegando al punto de causar inundaciones. En las zonas más frías, como en los polos árticos y antárticos, se forman grandes capas de hielo que cubren los cursos de agua, y si se fragmentan y derriten pueden aumentar el nivel de los océanos.
Por otra parte, cuando los témpanos, es decir, las enormes masas de hielo que flotan a la deriva se amontonan, forman barreras o plataformas, que son gruesas capas de hielo que se crean cuando un glaciar se extiende desde la costa hasta flotar sobre la superficie del océano.
Las plataformas de hielo se encuentran en Groenlandia, Canadá y en la Antártida, y en el último tiempo han sufrido grandes desprendimientos como consecuencia del calentamiento global porque los polos se están derritiendo.
Desde siempre, los glaciares avanzaban, desprendían enormes paredes de hielo en el mar y volvían a avanzar. Pero en los últimos años, desde que la capa de ozono se redujo y dejó pasar los peligrosos rayos ultravioletas, los glaciares sueltan en el mar sus bloques de hielo y ya no vuelven a reproducirlos.

Barreras de hielo
Sintéticamente, las barreras son plataformas de hielo flotante de origen terrestre que fluyen sobre el mar y que, por estar en contacto con el aire y el mar, son susceptibles tanto a cambios atmosféricos como oceánicos[1]. Éstas se desintegran por la mayor cantidad de agua de fusión presente en su superficie, consecuencia de veranos muy cálidos, que intensifican el proceso de fractura del hielo.
Según explica el científico argentino Pedro Skvarca[2], en la Antártida “los glaciares que fluyen hacia la costa forman barreras de hielo, plataformas de gran espesor que flotan sobre el mar. Juntos, el glaciar y la barrera de hielo forman un sistema estable que puede perder su estabilidad ante temperaturas más cálidas”[3].
El insidioso proceso que destruye estas moles de hielo comienza cuando los veranos excesivamente cálidos funden la nieve y el agua resultante penetra a través de las grietas del glaciar y se abre paso hasta la base de la barrera de hielo que lo contiene. Entonces sólo es cuestión de tiempo para que las fisuras hagan jirones de la pared de hielo. Y cuando eso pasa, ahora sin ningún muro que lo contenga, el glaciar comienza a resbalarse hacia las aguas. La desintegración de las barreras Larsen A y B parecen no haber escapado a los efectos que está produciendo el calentamiento global.











Los bloques de hielo que se desprenden de la barrera Larsen van flotando por todo el Antártico, pero si estos se derriten, tal como pronostican los científicos especializados en el tema, se elevará el nivel del mar en distintas partes del mundo, pudiendo incluso llegar a causar grandes inundaciones en diversos sectores del planeta. Si esto ocurre, miles de personas se verán obligadas a migrar o, de ser peor, muchos lugares del mundo desaparecerán. Por eso es importante avanzar en las investigaciones y conocer los modos de prevenir estos efectos catastróficos.


El caso de Larsen B en 2002
Particularmente, la Barrera de Hielo Larsen es una larga barrera de hielo que se encuentra en la parte noroeste del Mar de Weddell y se extiende a lo largo de la costa oriental de la Península Antártica desde el Cabo Longing hasta el área inmediatamente al sur de la Isla Hearst. Recibió este nombre en honor al Capitán Carl Anton Larsen, que navegó a lo largo de la barrera en el Jason hasta la latitud 68°10'S en diciembre de 1893.
Más específicamente, la Barrera de Hielo Larsen es una serie de tres barreras que ocupan distintas porciones de la costa. De norte a sur, los tres segmentos se han denominado Larsen A (el más pequeño, tiene una superficie de 1.600 kilómetros cuadrados y hasta 300 metros de espesor), Larsen B (su espesor promedio es de unos 230 metros, de los cuales 30 emergen del agua) y Larsen C (el mayor). Parte de la barrera Larsen A se desintegró en enero de 1995, mientras que una porción de la B lo hizo en febrero de 2002. Por lo pronto, la barrera Larsen C parece estable[4].
Puntualmente, la plataforma glaciar Larsen B, en comparación con mediciones realizadas en octubre de 2001, perdió 765 km2 en un lapso de 122 días. Sin embargo, las imágenes Modis, tomadas por el satélite Terra, enviadas a la Base Marambio por el doctor Ted Scambos, del National Snow and Ice Data Center, Colorado, Estados Unidos, indican que de esos 765 km2, 635 km2 se desprendieron en 17 días, entre el 31 de enero y el 17 de febrero[5]. A fines de enero de 1995, tenía una superficie de 12.000 km2 y a la fecha de redujo en un 46%. Cabe destacar que un factor determinante de dicho desprendimiento fue que en el verano de 2001/2002, la temperatura media alcanzó +0,7 grado centígrado, récord histórico en las últimas tres décadas, según los registros de la Estación Meteorológica Marambio[6].
Según Skvarca, luego del colapso de Larsen B, la velocidad a la que fluían los glaciares que la alimentaban aumentó hasta seis veces. Eso fue lo que redujo la altura del glaciar que comenzó a precipitarse hacia el mar de Wedell.


Un caso reciente: La plataforma Wilkins
El 5 de abril de este año, la Agencia Espacial Europea confirmó el desprendimiento de la plataforma Wilkins, lo que supuso la liberación de una extensión de hielo de 14.000 km2, similar al tamaño de la provincia de Sevilla. Ya el 25 de marzo de 2008 se habían desprendido 405 km2 de esta plataforma, por lo que la ruptura que se produjo hace dos meses no llamó la atención a la comunidad científica.
La también llamada Placa de Wilkins es una gran superficie de hielo sobre el mar de forma permanente al suroeste de la península antártica, a una distancia de unos 1.600 kilómetros del continente sudamericano.


Los polos se derriten a un ritmo acelerado
Según Frédéric Durand[7], el Polo Norte muestra signos de cambio, pues la capa de hielo polar habría reducido su superficie en un 10% en tan sólo 30 años, mientras que su espesor lo hizo en un 40%, por lo que a fines de siglo se prevé que se reduzca a la mitad.
Algunos ven esto como algo positivo, ya que lo piensan desde el lado de las posibilidades de apertura de nuevos canales marítimos de comunicación, como así también mayores facilidades para llegar a los yacimientos de hidrocarburos de lugares del extremo norte de América y Siberia.
A pesar de ello, resulta más importante considerar la cuestión negativa de todo esto vinculada a los cambios y configuración de la geografía mundial, como sería el caso de la alteración de la corriente del Golfo, lo que podría de-sencadenar un período de fuerte enfriamiento en Europa.
En términos más estructurales, el deshielo podría acelerar el recalentamiento, al reducir el nivel de refracción de la radiación solar, que es del 80% en el caso del hielo, mientras que alcanza sólo el 30% en el suelo y el 7% en los océanos. Esto ya está induciendo un descongelamiento del permafrost (capas inferiores de la tierra congeladas permanentemente) sobre el cual se han construido edificios y obras de infraestructura, que contiene grandes cantidades de metano.



[1] BARRAMEDA SOFT CORPORATION [en línea]: “Se agudiza la desintegración de las barreras antárticas”. Fuente La Nación. Disponible en: http://www.barrameda.com.ar/noticias/antart06.htm
[2] Skvarca, Ingeniero de la División Glaciología del Instituto Antártico Argentino y de la Dirección Nacional del Antártico, descubrió el quiebre de la barrera Larsen B, a comienzos de 2002, y ahora sigue de cerca la evolución de los glaciares que antes alimentaban las dos barreras, Larsen A y B.
[3] Programa Panamericano de Defensa y Desarrollo de la Diversidad biológica, cultural y social. [en línea]: Barrera Larsen. Fuente La Nación. Disponible en: http://www.prodiversitas.bioetica.org/des54.htm
[4] WIKIPEDIA, La Enciclopedia Libre [en línea]: Barrera de Hielo Larsen. Disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Barrera_de_Hielo_Larsen
[5] BARRAMEDA SOFT CORPORATION. Op. cit.
[6] BARRAMEDA SOFT CORPORATION. Op.cit.
[7] LE MONDE DIPLOMATIQUE (2006), El Atlas II. Edición Cono Sur. Buenos Aires: Capital Intelectual. Pág. 10.
CONSECUENCIAS DEL DESHIELO

Así como entendemos que el deshielo es uno de los tantos efectos del calentamiento global, consideramos necesario enunciar que éste también trae sus consecuencias.
Por un lado, como resultado de la desaparición de grandes extensiones de barreras de hielo (como las Larsen A y B, Wilkins) en los últimos años, los científicos Pedro Skvarca y Hernán de Angelis explican que se han producido cambios significativos en la geografía de la península antártica, en el intercambio de energía aire-mar y cambios en el ecosistema.[1] Por otra parte, la mayoría de la comunidad científica coincide en que si continúa el deshielo en ambos polos como sucede en la actualidad, el aumento del nivel del mar sería inminente, lo que llevaría, en los años venideros, a la desaparición de grandes ciudades por las inundaciones.
Los hielos terrestres de “Groenlandia y la Antártida constituyen casi 99% del hielo de agua dulce del mundo”, advierte el documento “Perspectiva Global sobre la Nieve y el Hielo”, publicado en junio de 2007 por PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente). “Si ambas se derritieran por completo, el nivel del mar subiría 64 metros”.[2]
La Antártida tiene una extensión de 12,3 millones de km2, un volumen de hielo de 24,7 millones de km3, y se estima que si éstos desapareciesen totalmente el nivel del mar subiría unos 57 metros.
Aunque el ingreso en el océano antártico de las masas glaciares hasta ahora contenidas por la barrera de Larsen B no ha tenido un impacto significativo sobre el nivel de los océanos, en el futuro la probable destrucción de barreras de hielo de mayor tamaño (algunas poseen una superficie superior a los 400.000 kilómetros) no pasará inadvertida. Al respecto, Pedro Skvarca sostiene que “si se derritiera el hielo de la Península Antártica el nivel de los océanos aumentaría algunos decímetros, pero si lo que se funde son los glaciares de la región occidental de la Antártida el aumento sería de seis metros”.[3]
Además de ese serio problema, la reducción de los hielos antárticos podría generar un cambio radical en la fauna acuática. La existencia del krill (un pequeño camarón que se alimenta de algas que viven bajo esos hielos, y que está en el centro de la cadena alimentaria marítima, porque los calamares, peces y cetáceos se nutren de él) habría disminuido en un 80% en 30 años. Este fenómeno, sumado a los excesos de la actividad pesquera mundial y a la fragilización de los corales, es sin dudas, un motivo más de preocupación.

[1] BARRAMEDA SOFT CORPORATION [en línea]: “Se agudiza la desintegración de las barreras antárticas”. Fuente La Nación. Disponible en: http://www.barrameda.com.ar/noticias/antart06.htm
[2] ESTRADA, Daniela en INTER PRESS SERVICE, Agencia de noticias [en línea]: AMBIENTE-AMÉRICA DEL SUR: Hielos en retroceso. Disponible en: http://ipsnoticias.net/print.asp?idnews=41129
[3] Programa Panamericano de Defensa y Desarrollo de la Diversidad biológica, cultural y social. [en línea]: Barrera Larsen. Fuente La Nación. Disponible en: http://www.prodiversitas.bioetica.org/des54.htm
INVERTIR LA PERSPECTIVA

Buscar soluciones para frenar el deshielo es buscar soluciones al calentamiento global. Desde hace años, agrupaciones ecologistas insisten en la idea de tomar conciencia y cambiar el estilo de vida para así cuidar el medio ambiente, proponiendo acciones concretas como: el reciclaje y separación de residuos, uso de lámparas de bajo consumo, racionalización del agua y la energía eléctrica, disminución en la utilización del gas natural, etc.
Por otra parte, estas mismas agrupaciones han realizado campañas para que se garantice el cumplimiento de las escasas normas que regulan la protección del medio ambiente, como son en nuestro país la Ley de Bosques y la Ley de Protección de los Glaciares. La primera, se promulgó para frenar la deforestación indiscriminada de árboles, ya que éstos al absorber el dióxido de carbono, contribuyen a mitigar los efectos del calentamiento global. La segunda, que prohibía que en los hielos y en su entorno se realicen actividades que puedan afectar su condición natural o que impliquen su destrucción o traslado o interfieran en su avance, como por ejemplo la exploración y explotación minera o petrolífera, fue vetada por el Poder Ejecutivo el año pasado mediante el decreto 1837/8.
Para, de alguna manera, frenar el proceso de deshielo que se está dando en la actualidad y el calentamiento global, la comunidad científica en general coincide en la idea de que la prioridad, tal como lo establece el Protocolo de Kioto, es que los países reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero, ya que, como venimos sosteniendo a lo largo de este informe, las perturbaciones climáticas son más pronunciadas a medida que la temperatura se eleva. Y ello va acompañado de una frecuencia y violencia crecientes de los fenómenos meteorológicos extremos (temporales, diluvios, ciclones, canículas, sequías, desertificaciones), así como de una progresiva alteración climática que se extiende por todo el planeta. Si no se frenan las emisiones de gases de efecto invernadero, los desastres podrían alcanzar una gravedad excepcional.
Los países ricos -y en especial Estados Unidos, responsable de la mitad de las emisiones de gas carbónico de los países industriales-, están obligados a respetar los compromisos suscritos en la Cumbre de la Tierra de Río, en 1992. Y, si bien la Unión Europea se pronunció por una reducción de los gases de efecto invernadero poniendo como meta el año 2010, el gobierno estadounidense sigue dándole largas al asunto y rehusándose a ratificar el Protocolo de Kioto.
Para lograr este objetivo, una de las posibilidades es que los países apuesten por soluciones energéticas alternativas. Y más aun cuando en la actualidad el agotamiento de los hidrocarburos parece inevitable y las naciones ricas, por razones políticas y no ecológicas, querrían reducir su dependencia energética con respecto a los grandes países petroleros como Rusia, Irán, Irak o Venezuela.
Dar prioridad a las energías renovables, tal como lo plantea Hermann Scheer[1], no sólo permitiría satisfacer las necesidades energéticas inmediatas del conjunto de la humanidad, sino que también podrá acompañar el crecimiento de esas necesidades a largo plazo.
Existen cuatro razones fundamentales que justifican el reemplazo de las energías nucleares y fósiles por las renovables, como son la eólica, la hidroeléctrica, la solar, entre otras. Las energías renovables son inagotables, no generan ningún desecho, son de bajo costo y se distribuyen naturalmente en el mundo entero.
Según Agnes Sinaï, de lo que se trata es de “integrar la economía a los límites del medio ambiente y dejar de considerar a la naturaleza como fuente inagotable de crecimiento económico”.[2]

[1] LE MONDE DIPLOMATIQUE (2008), El Atlas del Medio Ambiente. Edición Cono Sur. Buenos Aires: Capital Intelectual. Pág. 94.
[2] LE MONDE DIPLOMATIQUE (2008) Op.cit.